lunes, 16 de septiembre de 2013

The Host (La Huésped)

La estela del fenómeno Crepúsculo sigue arrojando esquirlas en nuestro firmamento cinematográfico. La dirección de Andrew Niccol (Gattaca) podía despertar alguna tímida esperanza, pero el guión, basado en la obra de Stephenie Meyer, se encarga de despejar toda posible duda.


Dirección: Andrew Niccol
Guión: Andrew Niccol, sobre la novela de Stephenie Meyer
Estreno en España: 22 de marzo de 2013
Duración: 127 minutos
Intérpretes: Saorise Ronan, Diane Kruger, Max Irons, William Hurt.

Bienvenidos al universo post-Crepúsculo. Era de esperar que, tras el éxito de la indigesta saga de vampiros adolescentes, se intentase repetir la fórmula con productos más que similares. Lo que ya sorprende un poco más, al menos al que escribe, es ver el nombre de Andrew Niccol enredado en estas marañas.

Recordemos que estamos hablando del guionista de El Show de Truman y de Gattaca, que también dirigió. Dos de las mejores películas de ciencia ficción de finales de los noventa. Si bien, tras unos inicios tan prometedores, su carrera ha ido de más a menos (por muy simpática que nos callese In Time), no nos esperábamos verle metido hasta la cintura en estos lodos. Y menos con un libreto tan embarazoso.

Claro que una vez que aceptas adaptar una novela de Stephenie Meyer, no hay mucho más que se pueda hacer. Sólo una película de lo más convencional y predecible, alejada de cualquier intento de originalidad, y que en ocasiones roza el más absoluto de los ridículos.


Para rizar aún más el rizo, el triángulo amoroso es en esta ocasión en realidad un rebuscadísimo romance a cuatro bandas, con dos de las implicadas encerradas en un mismo cuerpo. Las conversaciones entre ambas consciencias, resueltas en voz en off, son de lo más sonrojante que hemos visto en mucho tiempo. 

Las interpretaciones, para no desentonar con el resto de la producción, parecen más propias de una telenovela de sobremesa, incluida la de Saoirse Ronan, nominada al Oscar por Expiación en 2007. Sólo se salva un desaprovechadísimo William Hurt, siempre solvente en todo lo que hace.



No se le puede negar, desde luego, la belleza visual e incluso conceptual. Cabe destacar en este aspecto los espacios creados en el interior de las cuevas subterráneas, como esa zona de cultivos, o ese firmamento artificial creado por luciérnagas.

Como colofón, el desenlace se fuerza y se retuerce indecentemente para que todos puedan tener su correspondiente final feliz. Todos, claro, menos el espectador mínimamente exigente, que saldrá del cine resoplando tras soportar durante más de dos horas la que tiene muchas papeletas para ser la peor película de ciencia ficción estrenada en 2013.

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